Síntomas y silencios: Nota mental para construir opciones políticas de centro en Colombia.

“Aguantamos la pela en la primera vuelta y ahora vamos a la segunda”, piensa la derecha. “Ganamos la primera vuelta, pero no alcanzamos a no necesitar la segunda”, piensa la izquierda. Caras de alivio, al menos, en buena parte del primer bando. Caras de frustración, también, en una parte de la otra acera. Dependiendo del bando, Usted escuchará, “ganamos” (o “perdimos”) la batalla, pero no la guerra.

Y sí, en estas últimas semanas, la contienda electoral ha tenido en Colombia comportamientos “Klausewitzianos” más propios de la consecución de la guerra por otros medios.

Lo que hay

Esta lectura polarizada es la que está impidiendo a los colombianos, desde hace tiempo, ver el cuadro completo, apreciar el panorama y aprender de lo que están haciendo, no solo de estas elecciones, sino del juego (o el baile, la danza) que llevan a cabo entre la izquierda y la derecha en Colombia, desde la aprobación de la constitución de 1991. Es también, no reconocer (¿rehusarse de manera inconsciente?) dos hechos políticos que saltan a la vista. A saber:

(a) Los partidos políticos tradicionales, especialmente el Partido Liberal y el Partido Conservador, tienen sus respectivas crisis. El partido Conservador prácticamente está desarticulado, en propuestas e ideas, desde hace 10 años. El partido Liberal se ha mimetizado un poco más, pasando a ser una máquina más o menos hueca, que negocia curules y garantiza algunos votos. Ambos han intentado, en contra de lo que implica la constitución del 91, mantener por debajo de la mesa el estado anterior de las cosas, como si los años del Frente Nacional no hubiesen sido una de las causas (aunque no la única) de las últimas décadas de conflictos armados de Colombia.

(b) La izquierda democrática de Colombia, en los últimos años, se ha desplazado de una propuesta política de centro a otra, francamente más socialista. Es posible que eso se inspire, en parte, por el auge de la izquierda en América Latina. Todos los países vecinos (Brasil, Ecuador, Perú, Chile, Argentina) han tenido experiencias de izquierda, más o menos democráticas (con la vergonzosa excepción de Venezuela). El hecho es que ese desplazamiento ha sido acompañado por un repunte en la voluntad de votos y la fuerza electoral.

El juego

Para ponerlo más claro, si uno quiere comprender las elecciones presidenciales en Colombia, es necesario mirar las cosas con un poco de perspectiva. Las elecciones anteriores al año 2000 fueron protagonizadas por candidatos de partidos tradicionales (Samper/Liberal vs. Pastrana/Conservador 1994, Serpa/Liberal vs. Pastrana/Conservador 1998). En 2002 se quiebra esta situación por primera vez, (Uribe/Primero Colombia vs. Serpa/Liberal) lo cual marca la crisis del Partido Conservador. En 2006 se repite el quiebre (Uribe/Primero Colombia vs. Gaviria/Polo Democrático), marcando la crisis del partido Liberal. Desde entonces, los partidos Conservador y Liberal no llegan a los primeros lugares en la contienda presidencial.

Obsérvese el cuadro comparativo siguiente, con los históricos de votaciones de 1ra vuelta en las elecciones presidenciales colombianas.

Resultados de la 1ra vuelta de las últimas cuatro elecciones presidenciales en Colombia.

A partir de 2010 esta situación se siente de una manera importante. Van a comenzar a aparecer otras agrupaciones políticas, algunas ya tradicionales como Cambio Radical, el Partido Verde o el Polo), otras más recientes como el Partido de la U, que disputan y consiguen espacios. En el cuadro comparativo que mostramos arriba, la elección de 2014 merece una explicación: Se trata de la re-elección de Santos, quien en 2010 fue percibido como el apadrinado de Uribe (fue ministro de su gobierno), y para 2014 está en plenas negociaciones del Tratado de Paz con las FARC. Sería justo decir que la elección de 2014 fue entre dos candidatos de derecha, pero también es clave recordar que, en el ambiente de dichas elecciones, las agrupaciones que conformaron el Centro Democrático usaron el Tratado de Paz como parte de la campaña electoral, mostrando al candidato Santos como un candidato de izquierda que había traicionado al legado de Uribe. En ese sentido, la imagen de Santos pasó de la derecha al centro, e incluso a la izquierda del espectro político. La responsabilidad por este salto de percepción fue de la propia derecha, no del candidato Santos que, en la 2da vuelta, recuperó su poder de convocatoria montado sobre el espectro político de centro.

El síntoma

No son equivalentes los dos candidatos que quedaron en la primera vuelta de este año. Petro tiene un proyecto político en el cual lleva décadas trabajando. Es un proyecto de izquierda, eso está claro. Rodolfo Hernández, la otra opción en la 2da vuelta a la cual acudiremos en 3 semanas, más que un candidato es un síntoma. Varios analistas políticos de la vecina Venezuela, como Miguel Otero, adelantándose a lo que viene, lo han llamado “…el sorpresivo Trump tropical que enfrentará a Petro en segunda vuelta”. Llamarlo “Trump tropical” es ya toda una admisión de parte. Hernández no representa ningú proyecto, ninguna propuesta.

Es un síntoma, como he dicho, de eso a lo que vienen jugando, de manera muy peligrosa e irresponsable, tanto la derecha como la izquierda colombianas, desde que se aprobó la constitución del 91. Un síntoma de esa cosa a la que los colombianos no le terminan de poner nombre. Un síntoma de eso que ha hecho inviable el discurso de centro, y ha polarizado toda discusión política en las últimas 8 elecciones, de las cuales yo he vivido como unas 6, y he presenciado de cerca las últimas 4.

Es el mismo síntoma que hace a una derecha que produce campañas viles, en las cuales atacan a candidatos por su estado de salud (Mockus con la condición del Parkinsons, por ejemplo)… y también el mismo síntoma de angustia que hace que los candidatos se auto-descalifiquen (el mismo Mockus en la 1ra sesión del senado, de nuevo, bajándose los pantalones). Es el mismo síntoma que hace que todos sepamos, antes de que abra la boca la primera vez, que la Sra. Betancourt planea joder la última posibilidad de armar algo que no sea un extremo. “Como el país no me hace caso, me voy con el ingeniero”. Habría sido mejor que se fuese con “el ingeniero” desde el principio. Habría sido mejor, o al menos más claro, que Claudia López transara con la campaña de Petro desde el principio.

Una parte del síntoma viene de la “derecha terrorífica”, esa que confabula igual que en los cómics de vampiros, en el salón de torturas de un castilo siniestro.

La otra parte del síntoma viene de la sociedad progre-malcriada, esa que no puede o no quiere percibir el miedo real de una parte importante de la población, la parte de la población que que compra los libretos de terror de los cómics, que tiene un miedo muy real de perder su trabajo o que le expropien lo poco que tiene. Esa es la parte del espectro político que quiere imponer un proyecto de izquierda que es percibido como extremo, y en cambio se niega a buscar espacios de centro, en los cuales todavía hay muchísimo espacio para construir opciones y defender montones de derechos vulnerados. Sí, ya lo vieron todo, hablo de derechos garantizados por la constitución del 91.

La falta alrededor del síntoma

Alrededor de este síntoma que está haciendo a la sociedad colombiana, en cada nueva elección presidencial, alrededor de ese dar vueltas sobre el mismo vacío y volver a contar, cada cuatro años, la misma historia, hay una falta. No quiero decir una transgresión, ni me refiero a una conducta inapropiada. Hablo de algo que no tenemos, algo de lo cual carecemos y, cada vez que repetimos esta historia, volvemos a sentir. Ese vacío sin nombre, eso es la falta.

Buscarse un candidato del montón y ponerlo a correr sin entrenamiento, puede que le haya funcionado a la derecha en el pasado. Ya no más. En esta primera vuelta, la población le acaba de decir a los partidos: Oiga, si vamos a poner a un pendejo del montón, no va a ser su pendejo, sino el nuestro. Eso es, en parte, Hernández.

La de arrastrarnos a un proyecto de izquierda sin consenso suficiente… pues tampoco va, al menos no por el momento. En eso Petro tiene más camino andado, es cierto.Lleva 10 años trabajando los consensos y no en vano ha remontado de 1.331.267 votos que obtuvo en la 1ra vuelta de 2010, a los 8.527.768 de esta elección. No reconocerlo es mezquino. No ver que todavía hace falta trabajar más, sobre todo si quiere ganar unas presidenciales en la 1ra vuelta, es flojera política y/o una pataleta de malcriadez.

En ese sentido, la izquierda tiene en este momento una ventaja estratégica muy importante: la de un proyecto propio. Incluso si en estas elecciones Petro, no llegase a ganar la 2da vuelta, todo lo que tiene que hacer es esperar… y continuar haciendo lo mismo que ya hace.

Nota mental para una propuesta de centro

En cuanto a poder armar una propuesta de centro… Si no podemos nombrar esa falta, lo primero que deberíamos hacer, con Wittgenstein, debería ser guardar silencio. Un poco de silencio, de ese que a todos nos hace bien y no mata a nadie. Esto atañe, en particular, al candidato Fajardo así como a cualquiera que piense en hacer una propuesta de centro para los próximos años. Callar un rato, y escuchar a ese espectro político que se está alejando hacia riberas más peligrosas. Si antes el silencio fue una opción, en este momento se impone, obligado por la fuerza de los hechos políticos.

Una propuesta de centro, por otra parte, debería contar con unos consensos muy amplios que en este momento no existen. Debería incluir empresarios y comerciantes. Sí, Colombia necesita una derecha progresista que entienda de las brechas sociales, económicas y salariales. Debería incluir un sector laboral dinámico. No, no hay democracia sin sindicatos. Debería reunir a representantes de religiones diversas: una moral laica y republicana no es incompatible con la fe particular de cada ciudadano. Debería, en suma, escuchar mucho, antes de lanzar su primera idea.

Tin-marín de dó-pingüé

Y allí lo tienen. Dice Vargas Llosa que la indecisión es una margarita con infinitos pétalos. Hace 20 años que la derecha no tiene nada que ofrecer. La izquierda empuja y arrastra pero no convence. El centro ya casi no existe. Esa es la margarita interminable que está deshojando la sociedad colombiana.

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